Habuiah

20.12.05

Llega la Navidad

Aquí llega la Navidad y yo sin los regalos que comprar. Tengo la mayoría desde agosto pero luego se presentan los amigos con los regalos para tu hijo, y ala! se te va todo el presupuesto al carajo. Me llevo desde septiembre haciendo cálculos para no quedarme en números rojos y ala, en dos minutos, se te va todo al garete.

Tengo que comprar el regalo para el hijo de una y dos niñas. No se me ocurre nada. Qué manía de comprar. Y el que me falta es mi hermano ¿qué le gusta a mi hermano? No tengo ni idea. Sí, los libros de historia y esas cosas pero llevo años regalándole libros. Le he comprado otra botella de limoncello.

Y a mi marido, ¿qué le compro? "un pijama" me ha dicho. Pues vaya. Él me regala siempre cosas bonitas: para una mujer es más fácil, o por lo menos yo lo veo así. O será que a mi con cualquier cosita que me regalen soy la más feliz del mundo. Todavía me acuerdo todas aquellas navidades que mis padres no me regalaban, por lo menos hasta los 8 años algo caía, pero luego nada de nada. Y yo que creía en los reyes magos y me peleaba con pasión con mis amigas diciéndoles que sí, para luego quedarme con la boca abierta porque no me habían traído nada. Me acuerdo en particular de uno, creo que yo tendría 8 años (el último) y que mi madre me compró un estuche de dos pisos gris, después de rogarle y rogarle, y me levanté con toda la ilusión del mundo buscándolo. Mi madre lo escondió debajo de la mesa y mi decepción fue total porque mi madre no me lo envolvió en papel de regalo, sino que lo dejó con el papel marrón del estanco donde solía comprarle yo los cigarros a mi padre. Me decepcionó más el papel que no el regalo. Yo creo que es por eso que me gusta tanto envolverlos. Se me cayó el mundo al suelo en ese momento. Mi madre no tenía esos detalles conmigo. Yo me vuelvo loca con Alejandro, le he hecho un pedazo de paquete, con cintas de todos los colores, el papel brillante. Todo. Que le guste, que no se decepcione como yo. Eso se me quedó clavadito.

Max dice ques una pérdida de tiempo y a mi me encanta. Será por aquel mal trago. Quién sabe cómo vamos hacia delante en esta vida, tragándonos tantos sin sabores, haciéndonos insensibles. Un poco de verdad habrá en ello, cuando me dice que yo no lloro nunca. Pero ¿cómo voy a llorar? si empiezo, no termino nunca!!!! Me entran ganas de llorar por las decisiones que tomé en esta vida y que me han traído hasta aquí. Me entran ganas de llorar por los amores que tuve y que dejé en el camino. Me entran ganas de llorar cuando veo que los otros se derrumban y yo no puedo hacerlo. Me entran ganas de llorar al ver a mi hijo sufrir por lo que le dicen en el colegio y no sabe defenderse. Me entran ganas de llorar de verlo impotente ante las crueldades de los niños. Me entran ganas de llorar y de gritar. Me entran ganas de llorar...

Pienso en el pasado y pienso en el futuro. El pasado me trae gratos recuerdos y otros menos. Me trae a la mente el esfuerzo de seguir adelante, el sufrimiento y el "despertar" a la realidad cruel de descubrir que por quien vine no merecía la pena. El despertar a la realidad de una injusticia y ver la tomadura de pelo. El despertar a la vida adulta comprendiendo que lo he conseguido sin la ayuda de nadie. El despertar al sufriemiento cotidiano y saber que puedes seguir adelante. El saber que lo he hecho todo confiando en mi misma y que ahora mi amiga me dice "tú has sido muy valiente" y yo quedarme sorprendida de esta afirmación. Por dentro pensar que "qué gili, yo luchando por la vida y tú aquí en la comodidad de tu pueblo, rodeada de los seres que quieres sin tomar riegos". Qué sé yo. Tengo ganas de relajarme como cuando era joven y me encuentro con un marido sin trabajo, con un hijo y mis padres que ya son un poco ancianos. Qué gili, me digo. Todos me envidian porque tengo un buen sueldo y una vida "interesante". Yo envidio la tranquilidad de mi pueblo y el poco sueldo que tienen pero viven cómodos. La vida familiar y no la soledad en esta gran ciudad. Que al terminar el día estás tan cansado que no te dan ganas de ir a ver nada porque te gusta estar en casa. En fin, la vida que te lleva por estos derroteros.